sábado, 3 de mayo de 2008

ENCONTRAR A UN PEREGRINO

Un domingo cualquiera, me tiro de la cama y decido que tengo que hacer una visita, me pongo ropa cómoda, calzado ligero, un buen lavado de cara y cuando me quiero dar cuenta, estoy en la puerta de la calle. ¿Cómo encontrar a un peregrino?, bueno, creo que hay que buscarlo en uno mismo. Todos nosotros hemos subido muchas veces a la montaña, de diferentes formas, andando, en bicicleta, en moto, en coche, unas veces, por hacer ejercicio (ya que estoy aquí, veré a la Virgen), otras de hecho a ver a la Patrona con los votos que cada cual mantenga en ese momento, pero creo que es interesante encontrarse a uno mismo mientras hacemos el camino. No me gustaría crear un concepto nuevo de peregrinaje, de hecho pienso que lo anteriormente expuesto sigue siendo peregrinar, ya que todo el que busca su encuentro mariano desplazándose a su templo asume el acto de peregrinaje. Resulta de todo esto que es sano curar de vez en cuando nuestra alma y no hay nada mejor, que la meditación, durante el tiempo que transcurre el camino y la visita, tan sencillo como el regocijo de emprender el viaje y la tranquilidad de haberlo recorrido. Son las ocho de la mañana, estoy listo, la familia quedo descansando, en esta ocasión decido emprender la subida en soledad. El día es perfecto, ni una nube, la temperatura fresquita, ya calentara mas avanzada la mañana. La calle sin transito, solo encuentro a los pocos madrugadores que por una y otra razón no quieren cama. Enfilo la calle Alzapiernas, cruzo la plaza mayor y entro por la puerta mas conocida de la muralla de nuestra ciudad monumental (el Arco de la Estrella), en esta zona transmutes foráneos recorren el casco histórico portando cámaras, mochilas y planos. Solo se escucha el castañear de los picos de las cigüeñas en lo alto de la torre y mis propios pasos que recorren el empedrado ligero, que las carnes se quedan frías. No me he dado cuenta y estoy pasando debajo del Arco del Cristo, atrás quedo la Concatedral de Santa Maria, la Preciosa Sangre, la Plaza de San Jorge, Cuesta del Marques y cruzo de dos pasos Caleros para llegar a la falda, justo en Fuente Concejo, Es en este paraje, donde se encuentra la huerta, llamada por nuestra familial la de “El Tío Alonso”, por pertenecer esta durante muchos años al mismo, paraje donde mi madre pasaba buenos ratos en su niñez, preciosa done las haya, esta huerta ofrece un gran palmeral, distintos árboles frutales y una frondosidad digna de contemplación debido a la frescura de su entorno. Comienza la escalada, ante mí, la escalinata que sube directamente a las casas de San Marquino, al principio pequeñas, después espaciosas, siempre toca a una pierna realizar el esfuerzo, llego arriba y me sobra hasta la pellica. Como dirían los de mi pueblo, me arremango la camisa y tomo aliento. Miro hacia atrás y ¿Qué me encuentro?, una preciosa vista de lo que es el valle de Cáceres, con su muralla, con sus casitas, unas de piedra otras blanqueadas, la preciosa huerta y las terrazas de la Calle Calero, eso si, contrastadas con los tejados de mil maneras que dibujan aristas y aguas sobre todas ellas. Voy ya con el paso mas lento, mirando al suelo mientras pienso en multitud de cosas, cosas mías, de la familia, de los amigos, … de lo rápido que pasa la vida, de los avatares que marcan nuestro carácter como personas, son estos, los que realmente tienen importancia, lo insignificantes que somos ante ellos y la necesidad que tenemos los cristianos de hacer ver a los demás, que el mundo puede ser mejor, las banalidades no pueden primar sobre lo esencial, las personas no somos complejas por naturaleza, es la sociedad, la que realmente nos hace ser complicados, no podemos permitir que un niño, deje de ser niño, que un abuelo, tenga que cuidarse solo, que una mujer, deje de ser madre, sin mostrar la mas mínima filantropía, cuando realmente es está su esencia, que una pareja, se separen, por incompatibilidad de caracteres (por no decir claramente, intereses económicos, consumistas, egoístas o simplemente, porque no te aguanto). ¿Qué nos está pasando?, en ese momento levanto la mira y ante mi, aparece a lo lejos La Montaña, con su ermita, su templete y Jesús de Nazaret abriendo los brazos a Cáceres, parece que me dijera, -ven, acércate, vamos a seguir hablando tu y yo. Me vienen a la memoria recuerdos de mi infancia, soy el ultimo de siete hermanos, huérfano de padre desde los siete años, mi madre supo perfectamente suplir las funciones con la ayuda de mis hermanos, especialmente Ricardo, que me inculco los valores precisos para formarme como hombre. Veo a mi madre esforzándose por hacer de mí, una persona de provecho (como entonces, se acostumbraba a decir) y me doy cuenta, que gracias a ella soy lo que soy, pues siempre fue un ejemplo de abnegación, cariño y entrega, con un enorme sacrificio consiguió darme educación y estudios, que ahora reconozco, no aproveche como debía. Estudie en el colegio Diocesano “Virgen de la Montaña y no tenia ni idea de cuanto significaría para mi ese nombre en los años futuros. Con su ayuda hoy camino con paso firme, como hace un peregrino, más o menos cansado, eso da igual, lo importante es caminar con ilusión para poder llegar a nuestro objetivo final. Sigo mi peregrinar y encuentro un falso rellano, a mí derecha “El Amparo”, ermita y casa adosada, la ermita es del siglo XVII, muy pequeña, reformada en varias ocasiones, coqueta esta fachada, siempre blanca con el esfuerzo de sus guardeses, por dentro, unos pocos bancos, un diminuto altar y la imagen del Cristo, que desde hace años sale en procesión dentro de las muchas que forman la Semana Santa Cacereña, bonita y pintoresca por la vistosidad de las antorchas y el silencio que acompaña esta procesión. A mi izquierda, un precioso prado que en estos días colorea en tonos primaverales con multitud de amapolas, un rebaño de vacas pastan sin que nadie las moleste, mas abajo la llanura de la carretera de Trujillo con las aguas del Guadiloba que no se ven con toda su intensidad debido a la media altura que me encuentro. Comienzo de nuevo la pendiente junto al primer deposito regulador del agua que cada vez se hace mas repinada, pero no lo es tanto cuando pienso en la cuestas que tenemos que subir en nuestra vida, cuestas escabrosas, angustiosas, inevitables, interminables, largas…(cada cual que utilice su adjetivo), pero ninguna infranqueable, con la ayuda de nuestra Madre, que intercede por todos nosotros. Cuando se hace la oscuridad, nos alumbra con su presencia. Cuando no podemos subir más, nos allana el camino, para que podamos recuperarnos. Cuando se cierra en selva, siempre aparece un sendero y la perfección de su divinidad nos asegura el continuar caminando para que siempre podamos llegar a nuestro destino. El sudor recorre mi mejilla, siempre que me ocurre esto, no puedo evitar recordar las palabras de Dios a Adán y Eva, - “ te ganaras el pan con el sudor de tu frente…”. Hoy en día tengo una familia y sé perfectamente lo que quieren decir esas palabras, dando gracias que tan dura responsabilidad, tengo la suerte de compartirla con la persona que hace años se cruzo en mi camino. Compañera de ilusiones, amiga cómplice de mil proyectos, confidente, singular mujer que con su sencillez ilumina a los que la rodean, puntal que sujeta mis cimientos, la bondad personificada, en fin, mi gran amor y la madre de mis hijos. Dos cachorros preciosos que son el alboroto y la alegría de mi casa. Entre todos, me hacen sentir que esta vida tiene sentido y doy gracias por ello. He pasado unas cuantas casas, casitas y casonas, también a la derecha la entrada del camino que llaman la trocha, camino que empieza o termina, según se mire, al pie de Fuente Fría, hasta un poco mas abajo del segundo deposito de agua, camino muy pintoresco pero mas incomodo. Justo antes de la primera revuelta que hace el trazado de la carretera, se encuentra una zona de escalinatas y cemento, tomo ese camino y cruzo al final la carretera para adentrarme por medio del follaje que presenta la Montaña en este tramo. No es el más acostumbrado por viandantes y peregrinos, pues desde la epoca de guerra y posguerra, es por el “Caracol”, donde antaño destrozaban sus rodillas hombres y mujeres, penitentes de tiempos duros, que no se ven ya hoy en día. Si, he visto en ocasiones, los pies descalzos de peregrinos, tanto en verano, como invierno, con la cabeza baja y pensativa, cumplidores de promesas. Yo tengo la costumbre de hacerlo por la cara norte, abrupta y empinada, pero es que este rincón tiene además otro aliciente, ya que cuando llegas a lo alto, sopla de repente el viento, pudiendo de esta manera calmar el sofoco y tomar aire. Ahora puedo divisar en toda su extensión el pantano de Guadiloba, los cuatro lugares y la sierra de cañavera recortada en tonos azules nebulosos, terminando con las llanuras, culpables de extremar las inclemencias del tiempo y que en nuestra latitud, solamente rompen los casi quinientos metros de la sierra de la mosca. En la meseta que antecede a la ermita, se puede divisar una panorámica de especial contraste, campo, urbe, agua y sierra. Está cambia según la época del año en que se visite, pues no son las mismas profundidades las que nos deja ver la calima del verano o la neblina del invierno, así, como los contrastes de colores que nos proporciona la primavera y el otoño. Ya en la misma plataforma, en lo mas alto la solemne figura de Jesús con los brazos abiertos y la ermita con construcciones adyacentes que cuando llega el ocaso, se tornan de un color azul celeste, pareciendo desde la ciudad, que se suspende en el espacio. La misa ha terminado, dejo salir a la gente y me siento en un banco, el murmullo se aleja, el silencio envuelve el momento, lo que rezo, hablo, pido u ofrezco, eso, me lo reservo. Tiene un manto azul claro, su pequeña talla, se ve realzada con ese color, la carita del niño Jesús mirando a su madre acerca la ternura al visitante, el retablo con sus angelitos y dorados enmarca tan divina estampa. Es una invitación a la meditación y el recogimiento, el tiempo pasa inexorablemente y debo desandar el camino. No lo dudo, hoy encontré un peregrino, tiempo hacia que no sabia del el, la Virgen de la Montaña me lo puso en mi destino y en tan gozoso encuentro, me prometo, - volveré de nuevo, peregrino, no ha de pasar mucho tiempo en el que recorra otra vez el camino-.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuantos sentimientos sentidos, cuantos sentimientos compartidos, cuantos sentimientos pensados, no termina una de conocer a las personas que comparten parte de tu vida, hoy me he sentido muy cercana a ti, un beso dulce desde mi alma amigo.

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El regreso a nuestros origenes, la pasión por la naturaleza.