jueves, 29 de mayo de 2008

GUIA PRÁCTICA I

En vista de la multitud de peticiones que he tenido de amigos, conocidos, allegados y en general personas afines a mi entorno, me decido a editar mi primera guía práctica de cómo salir airos@ de las pruebas que se presentan, de repente, en los distinto Deportes de Campo. Por supuesto, los consejos que a continuación ofrezco a todos los deportistas, lectores de este blog, no tienen porque seguirlos al pie de la letra, pues en ocasiones, se ha demostrado que la mejor forma de salir victorioso en envites comprometidos, el mejor maestro, es el sentido común y el resorte que despierta los sentidos adormecidos, llamado vulgarmente, instinto. Puede, que esta situación, se halla ofrecido a más de uno, de los amigos que leen esta guía. Hallándonos inmerso en cualquiera de los deportes, en mitad de un precioso entorno campestre, solos o acompañados, nos damos cuenta que un ladrido lejano, en menos de un minuto, deja de ser lejano, cada vez se vuelve mas bronco, con mas decibelios, nuestros sentidos comienzan a reaccionar, movemos la cabeza frenéticamente, buscando el can, bueno, realmente lo que buscamos es su tamaño, la vista se desparrama en toda la panorámica que puede abarcar, las manos comienzan a sudar, el oído, ese traidor, que delata de la presencia de la bestia, pero que no define sus características, parece que aumentara su tamaño interior para captar la mínima pista, haciéndonos cada vez mas vulnerables a esparcir esos efluvios que dicen desata el miedo y que a su vez captan los perros con su olfato a kilómetros de distancia. El paso, que en principio era de paseo, se convierte en trote, en el caso de ir acompañados, no se por que, pero el que intenta calmar al otro, no hace mas que ponerse detrás del compañero, como si de un burladero se tratara, pero si vamos solos, ah, si vamos solos, lo mejor que podemos hacer, es, apretar el culo, pies para que os quiero, y buscar un buen árbol, con una copa bien alta. Luego solo queda esperar, que el perro tenga dueño (un pastor) y lo busque, porque, si no, los minutos se convierten en horas y no hay nada mas incomodo que una rama. Claro que siempre nos queda el móvil, ese fiel compañero, que suena cuando no quieres oír, y no tiene cobertura cuando lo necesitas, en este ultimo caso, puedes ponerle al perro la canción del Chiquilicuatre, podéis estar seguro, que si el animalito, no es sordo, saldrá despavorido, aullando como si le dierais una patada en el trasero y no escuchareis ni el canto de los pajaritos, ni el zumbido de la abeja, ni el bramar del choto, ni nada, de nada. El chiqui-chiqui, es el arma de destrucción masiva más potente que dispone el hombre en un entorno natural, pues solamente el oído humano, puede soportar esos acordes, por eso, os recomiendo, tener grabado eso, pues con ello, podéis prescindir de ultrasonidos y demás artilugios, que realmente no funcionan con la misma precisión que el de la peluca. Otra situación, que se puede dar, en plena naturaleza, es “El Apretón”, ese inoportuno e indeseado compañero que viene precedido de un oloroso compromisario, en algunas ocasiones ruidoso y mal educado, portador de electricidad, pues al siguiente paso, un calambre acompañado de un fuerte escalofrió, recorre tu espalda, revuelve tus intestinos y desde ese momento, dejas de ser persona, da igual donde te encuentres, si hace sol o llueve, el conocimiento se anula, una gota de sudor, pasa a recorrer tu mejilla, el único movimiento permitido es, el desbloqueo del cinturón, que hace que caigan las vestiduras de cintura para abajo, lanzadas contra los tobillos y flexionar las piernas, igual que nos enseñaron el saludo en la vida militar, bajando ¡COMO UN RAYO!. Inmediatamente, nuestra cara se convierte en un poema, no se, porque, siempre en este trance intentamos imitar los ojillos cerrados de los orientales, se hinchan los carrillos y se arruga la frente, es el preludio de una gran relación, el animal que llevamos dentro, deja salir todo lo malo de su interior, mientras la tierra, agradece su regalo, convirtiendo lo maldito en lo que hoy se ha dado en llamar, “sostenibilidad del planeta”. Una vez ejercido el acto ecologista, relajado nuestros músculos y respirado profundamente por haber resuelto el primer problema con éxito, nos queda, resolver el segundo. Si eres un buen deportista de campo, seguramente, no tendrás ningún problema, pues en alguno de tus bolsillos, reliado, como corresponde hallarás blanco y suave papel, cuya celulosa también volverá a sus orígenes vegetales, escribiendo de nuevo aquella teoría que nos inculcaron, de la materia, ni se crea, ni se destruye… Pero, si por el contrario, no has sido previsor, solamente tienes dos opciones: a).- Coges lo mas próximo que tengas a tu alrededor, una piedra, una hoja, o cualquier elemento natural, con el cual, siempre te mancharas, por muy bien que lo hagas. b).- O, bien, si has tenido suerte de estar cerca de algún regato, charco o elemento acuoso, ir andando, pasito a pasito como ET, que no tenia piernas, solo tobillos, para después dar a tu recalentado trasero el fresco alivio del elemento mas higiénico que hay en la tierra. Si además hay poleo, para poder refregar tus manos con una fragancia fresca, sin igual…, pero eso, ya es el colmo de la buena suerte, entonces juega a la lotería, que seguro, te haces amigo de “Pancho”. Por ultimo, en esta primera entrega, recordar también, que en nuestra lucha contra los elementos, es primordial, guardar la serenidad en todo momento, pues no es raro, que nos gasten malas pasadas los malditos nervios, fruto de las situaciones vividas, para contrarrestar dichos males, el mejor aliado es, ir acompañados de una PDA Personal Digital Assistant, (Ayudante personal digital), ver si tenemos Internet, en caso afirmativo, conectar con “DEPORTES DE CAMPO”, hacer la consulta en comentarios y esperar respuesta. Si no tienes PDA, o conexión a Internet…, lo siento, pero estas perdido, reza lo que sepas e improvisa, al fin y al cabo, yo he tenido que sobrevivir, solo haciendo señales de humo y aquí me tienes. Animo a los practicantes de estas especialidades, no dudéis en probar todas las que componen nuestros Deportes de Campo, saludables, apetecibles y de fácil ejecución, no exentas del riesgo, algo que hoy esta tan valorado como extendido en todos los deportes.

viernes, 23 de mayo de 2008

“LA LIGERA”

Creo recordar que en el último capitulo del Capitán Trueno, nos quedamos alisando chapas de refresco, para confeccionar una preciosa cortina. Las tiras de cuerda de pita, se forraban con las chapas dobladas, de forma, que cada tira una vez clavada sobre la tabla que se alojaría en el quicio de la puerta, formaba una colorista y sonora espanta moscas. En el primer despiste de nuestra querida regenta, como esos ratoncillos de campo, que se cuelan por cualquier resquicio, igual, hicimos nosotros entre el postigo y el marco, eludiendo la monótona tarea encomendada, para dedicarnos a quehaceres mas propios de nuestro linaje. Bajamos la cuesta, dirección al río, pasando por la encina del columpio. Si me permitís, haré una breve descripción de esta fantástica atracción. Imaginar un columpio casero, muy rustico, de largas cuerdas hasta la rama que la sostenía, con el desgaste del uso, la rama decapada de su rugosa piel por la fricción, acomodaba a la cuerda que había lijado su canal con el paso del tiempo, haciendo de este columpio uno de los mas rápidos, por su puesto, sin degradar el follaje de la rama, pues los ingenieros que diseñaron su ubicación y fabricación, eran lideres expedientados en tales obras, todo fabricado con materiales artesanos biodegradables, el sentón hecho de un grueso madero, regio y pulido por nuestros traseros, presentaba dos taladros laterales confeccionados con una gubia manual, por donde pasaban las puntas de las cuerdas, un gran nudo en cada punta, evitaba que el madero se descolgara. En esta encina, pasábamos muchos ratos del día y de la noche, dada la proximidad a la casa y por otro lado, lo suficientemente alejada para la intimidad de nuestras conversaciones. Allí, se tramaron infinidad de travesuras, se realizaron cantidad de apuestas, para ver quien saltaba mas desde el columpio en marcha, haciendo vuelos sin motor en aquella cuesta del diablo y en alguna ocasión, se sudo sangre, aguantando con los dientes apretados los envites de Goliat, que hundía sus manos en mi espalda lanzándome contra las ramas mas altas, sin desfallecer en ningún momento, no podíamos ser un gallina, mientras el que empujaba con todas sus fuerzas esperaba oír :-¡¡VALE, NO ME DES MAS!!, para que le tocara su turno. Retábamos a cualquier hijo de conocidos que en algunas ocasiones venían a pasar el día, a los cuales, nosotros considerábamos forasteros, los pobres, cuando veían que le dábamos con todas nuestras fuerzas e incluso pasábamos por debajo del columpio corriendo cuesta abajo mientras empujábamos, chillaban como ratas de laboratorio y luego Iván lloriqueando a su mamá, la cual lanzaba contra nosotros miradas afiladas como puñales. Pero bueno, este no era el caso, decía que bajábamos la cuesta dirección al río, cuando pudimos avistar a nuestros mayores sacando la barca del agua. Digo sacando del agua y no me refiero a poner la barca en la orilla, no, sacar del agua era reflotarla, pues cuando no se usaba por un periodo mas o menos prolongado de tiempo, ésta se hundía para que las maderas se hincharan y de esta forma su mantenimiento en vías de agua fuera innecesario. Eso si, este trabajo requería de tiempo y esfuerzo, ya que consiguiendo inclinar algo mas de treinta grados la quilla, no se conseguía vaciar ni con mucho el cincuenta por ciento de la capacidad de agua que contenía, por lo tanto, el resto del vaciado, se hacia con una lata de esas grandes que entonces había de conservas. Los remos y la bancada, se guardaban en la casa y pesaban bastante, para facilitar su manejo en el tolete que atravesaba el agujero de este, se introducía un manojo de escobas verdes hechas un retorcido entrelazado , consiguiendo también que no chirriara la madera ni se desgastara con tanta rapidez. Después de una travesía, estas quedaban totalmente blancas y ajadas, del machaque tan brutal que recibían en cada ciar. La Ligera, como su nombre indicaba, era una preciosa barquita, de la cual yo guardo mis mejores recuerdos. Teníamos totalmente prohibido navegar con ella nosotros solos, todas las salidas que hacíamos, siempre había algún maestro presente en la embarcación, con ella, cruzamos el río de lado a lado nadando a su par, con ella, hacíamos maravillosas pesqueras en los rincones del Tajo, con ella, navegábamos a playas inaccesibles, que en aquellos entonces, solamente pescadores y nosotros podíamos disfrutar, todavía me parece oír los acompasados golpe de remo, fuertes y hendidos cuando se navegaba en travesía a “La Península”, a “La Isla”, o por el contrario, lentos y sordos, cuando recortábamos algún rincón para su pesca. La Ligera, no tenia grabado su nombre en la amura de proa, pero si en su quilla, al cortar las aguas con la rectitud de un tiralíneas, cuantas veces, en el ocaso, surcábamos las aguas con dirección a lo mas profundo, en el medio del río, para tirar las cuerdas. Este arte de pesca, se practicaba con el fin de seleccionar principalmente a anguilas, pero algunas veces también caían grandes peces. Se ponían una o dos cuerdas, distantes entre si, unos quinientos metros, cada una se componía del lastre, que buscaba fondo (una buena piedra), cincuenta metros de cuerda que podía contener unos treinta anzuelos con veinte centímetros de sedal, dispuestos a metro y medio de uno a otro, el final de la cuerda estaba atado a una corcha de unos veinte centímetros de diámetro, pintada de color verde. Tirar cada cuerda llevaba media hora, pues había que cargar cada anzuelo con una lombriz, después, solo quedaba esperar toda la noche. A la mañana siguiente, al amanecer, La Ligera, ponía rumbo a los corchos flotantes, se enrollaba la cuerda y se pinchaban los anzuelos yermos bien alineados para futuros usos. Las capturas se desanzuelaban y en el poco agua que quedaba en el fondo de la barca, nadaban las resbaladizas anguilas, hasta que llegábamos a la orilla, donde finalmente se sacrificaban y limpiaban, descamisándolas para meterlas en agua y que su carne blanqueara mas. Esta pesca, daba tantos disgustos, como satisfacciones, pues muchos días las cuerdas salían limpias, como otros albergaban ocho o diez ejemplares (los menos). La verdad es que el entorno mandaba sobre los elementos, porque la cámara de tractor negra, también dio muchísimo juego a la chiquillería de la dehesa, tan divertido era su traslado por la carretera abandonada, como su disfrute dentro del agua, pero eso, lo contaremos en otro momento, sirva este relato, como homenaje a “La Ligera” y a sus remeros, siempre ocupando un cachito de mi corazón.

martes, 20 de mayo de 2008

EL TIEMPO NUESTRO DE CADA DIA

Los seres humanos, debido a nuestra delicada fisonomía, somos una de las criaturas más frágiles del universo. Pero utilizando nuestra inteligencia y tozudez, conseguimos retos inimaginables. Eso es lo que ocurre, cuando inesperadamente los cambios meteorológicos nos sorprenden y ponen a prueba nuestros instintos, imaginación, y la capacidad de reacción para conseguir salir de situaciones angustiosas, forzando nuestra forma física a prueba de centros de alto rendimiento. Una tarde de domingo, viendo pasar los minutos del reloj, sentado en el sillón de casa, miro por el ventanal y este me ofrece una vista serena , primaveral, con una pequeña nube de algodón dibujada en la inmensidad de un precioso cielo azul, pensé, ¿Qué hago yo aquí encerrado?. No tarde cinco minutos en sacar del trastero el escueto equipo que utilizo para la captura del Bass (el chaleco, la caña y una cantimplora), en poco mas de media hora me encontraba en la orilla del Almonte. Hacia calor, tanto, que me deshice de la camiseta y sobre mi cuerpo solamente vestí un par de botas, las calzonas y el chaleco, este ultimo, útil necesario e imprescindible para alojar en sus múltiples bolsillos los peces, cucharillas, rápalas y accesorios destinados a la captura del centráquido. El margen derecho del río se recorta entre pizarrales, unos mas elevados que otros, en su primer tramo, las lanchas se amontonan unas sobre otras, no dando tregua al pescador que intenta buscar vereda entre ellas sin conseguirlo, cada paso se asienta la planta del pie para ver si la pizarra que toca avanzar se mueve o se desplaza en el desnivel, en ocasiones debido al equilibrio del paso, la prueba no ejerce suficiente presión y cuando la pierna trasera queda en el aire, la primera en su peso total lanza la pizarra cuesta abajo, provocando en primer lugar el chapoteo indeseado a su llegada al agua y por supuesto, el susto alarmante del que no se lo espera que inexorablemente despierta el resorte para que el siguiente paso sea mas cauto, sin poder evitar este trance en mas de una ocasión. Una vez superado este tramo, se respira hondo y bajamos al único rincón que presenta este lado del río, ochenta metros, no mas, disfrutamos de orilla, no suelen ser fructíferos los lances, pues la comodidad de este margen, que por otro lado, consiguen acceder el ochenta por ciento de pescadores está sometido a una presión de pesca importante, aun sabiendo los resultados, resulta prácticamente imposible no tentar la suerte, que rápidamente nos asiente el sentido común y decidimos continuar río arriba en busca de peces menos resabiados. Empezamos a partir de aquí una verdadera escalada, las mesetas cortadas que nos ofrece el pizarral, donde cogen poco menos que los dos pies juntos, solamente sirven para descansar las piernas, faltas de ejercitar en estos terrenos. No es lugar adecuado para el lance desde estos acantilados, pues en caso de capturar trofeo, seguro que perderíamos la pieza y los arreos, por lo tanto, continuamos en busca de una playa que nos ofrece un poco más arriba, donde si es posible y obligado escudriñar sus cortados en busca de buenas capturas. El calor tan bochornoso que hacia, en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en tormenta, con una rapidez inusitada, desapareció el sol, y aquella nubecita de algodón, convertida en borrasca después de haberse tragado el cielo, comenzó a escupir goterones que manchaban la pizarra con el tamaño que un hisopo dibuja la pared encalada, el viento rizó el agua, la oscura nube se vertió literalmente en aquel paraje, mientras yo, solitario y empapado, intentaba guarnecerme en un saliente que a barlovento mitigaba el aguacero. No duró más de cinco minutos, pero enseguida presagie que el entorno no me ofrecía seguridad, al contrario, solo con girar mis tobillos, sin levantar los pies del suelo, pude encajar que me encontraba en una pista de patinaje, no, que digo, sobre sebos regados con viscoso aceite, no, peor, algas resbaladizas sobre liso mármol, o quizás mucho peor, un pizarral regado en abundancia, nada resbala más que un pizarral mojado. Lo primero que comprobé fue si mi teléfono móvil tenía cobertura, mi decepción fue mayúscula, no tenía ni una ralla. Sin mover un músculo, plegue con sumo cuidado mi caña “Trabuco” (30 cm., plegada) y la guardé en la cremallera que la parte de atrás de mi chaleco ofrece con mas capacidad. Desde ese momento, disponía de dos manos. Sopesé, la posibilidad de guardar inmovilidad hasta que la caliza secara por completo, pero en ello, corría el riesgo de quedarme sin luz, lo cual me parecía bastante mas arriesgado que intentar una escalada en vertical, utilizando todos mis sentidos y ninguna prisa en avanzar. Así lo hice, los cuatro o cinco metros que me separaban del ansiado elemento tierra, deje las uñas incrustadas en cada saliente, no falto de sobresaltos, pues en alguna ocasión, mientras una mano sujetaba, la otra arrancaba la lasca saliente, obligándome inmediatamente a elegir de nuevo la que mi vida agradeciera eternamente. Las primeras ramas que tocaron mis manos, tenían el tacto del perfecto mango ergomico digno de un rey, mi vientre se arrastró entre materiales campestres que arañaban mi piel, por supuesto, sin producir ningún dolor, agradecido que piedrecillas, ramas pinchos y demás elementos me sujetaran del consorcio que la nube y la pizarra habían hecho para acabar con mi persona. Una vez más se superaba la prueba que el homínido tenia con los elementos, una vez mas, la lección se daba inapelablemente, sin tapujos, sin ficciones. Una vez más, el alumno absorbió la lección y se empapo de supervivencia. Por favor, no me preguntéis por la pesca.

lunes, 12 de mayo de 2008

REFUGIOS DE GUERREROS

Los habitantes de la Dehesa, comenzaban el día con las tareas que cada cual tenía como propias. No eran instauradas con ningún Planning de trabajo, que va, se adjudicaban mediante voluntariado, pero es mas, ni siquiera hacia falta comentarlas. A los mas jóvenes, nos obligaban de forma persistente e incluso obsesiva a divertirnos continuamente, no estaba permitido el aburrimiento ni un solo minuto del día, las herramientas que ponían a nuestra disposición era, el entorno (casi nada). Pero como ya es sabido, que los muchachos de la época, gozábamos de una gran imaginación (que no por ser muy extensa, era infinita), cuando nos veían flaqueando, no tardaban en asignar, en este caso, por obligación, alguna tarea de esas que llamábamos de mayores y que no era santo de nuestra devoción, pues decían cuando estábamos ociosos –cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas, (ir a por agua, al manantial del Escaramujo, regar los arreates, desescamar y quitar las tripas a los peces,… etc.), trabajos estos muy honrosos, que mas adelante me alegro de haber aprendido, pero por otro lado un poco trabajosos y monótonos. Con tantos tebeos en el pajar, leyendo las aventuras de “El capitán Trueno”, o “Jabato”, pasábamos las horas de siesta tumbados en la mullida paja soñando con selvas, mares y castillos, donde el enemigo siempre vencido por nuestras impresionantes dotes de lucha, caían rendidos, suplicando clemencia. Todos los decorados de los TBOs, estaban a nuestro alcance, la selva, era una zona de gran vegetación, muy abrupta, que casi todo el año guardaba sus formas, debido al lugar donde se encontraba, una cuneta al lado de un túnel que atravesaba la carretera abandonada de lado a lado, con mucha humedad. El castillo, ya podéis adivinar, era el túnel, tenia un difícil acceso por una de sus caras, por el otro lado, las vistas daban al mar (el pantano del Tajo), el castillo, guardaba los tesoros de sus guerreros, armamento y frescos decorados al carboncillo de tizones apagados de fuegos de invierno. Una gran bóveda de cañón donde podíamos casi ponernos de pie, con el suelo pavimentado con grandes marros del río, era nuestra fortaleza, que en algunas ocasiones, cuando por circunstancias, no lo frecuentábamos, guardaba en su interior, algún invitado no deseado que se había colado buscando refugio (murciélagos, en una ocasión un tejón casi nos mata de un infarto), con la experiencia, aprendimos a tirar una piedra o una madera en la cuesta abajo que hacia la caída del empedrado, para evitar sustos innecesarios. En uno de los márgenes de la carretera, se encontraba un gran eucalipto, solíamos trepar por sus ramas para ver un nido de cuervo que se encontraba a media altura. Dominábamos la escalada con soltura, pero un día de esos que te sale tonto, me dio por colgarme en una de sus ramas agarrado solamente por las manos, esta rama se prolongaba por la cuneta y sobresalía justo encima de la puerta del túnel que miraba al río, avance por ella, unos dos metros, pensando que se doblaría poco a poco para dejarme sobre el verde lecho de hierva que en ese lugar parecía un colchón verde, pero mi canija personita no solamente, no doblo ni un centímetro la rama, si no que, mi capacidad de retroceso era nula. Las manos me empezaron a sudar, pedí ayuda a mi compañero de fatigas, pero ¿Qué podía hacer el?, al principio me decía calmado, -salta-, había una caída de por lo menos, cinco metros (o más), yo movía las manos alternativamente cuando se resbalaban más y más, el ya no me aconsejaba, me ordenaba, -SALTA, SALTA-. Mi vida paso por delante de mis ojos, en formas de mil fotogramas en un momento, no podía aguantar ni un segundo más, apreté los parpados y comencé un vuelo que parecía nunca acabar, el gran caballero, caía de una de las almenas mas altas de la torre, pero desgraciadamente en la viñeta del desplome no dibujaba la palabra “(Continuará) “, el desenlace, no presagiaba buen agüero, ningún soldado caído desde tanta altitud salía con vida de tan horrible trance, pero claro, no estamos hablando de un soldado cualquiera, en ese momento era el protagonista de la escena, el mismísimo Capitán Trueno, un cuerpo estilizado, que se hizo a si mismo, unas zancudas piernas como dos palillos (todo fibra), una agilidad felina, en fin, un peso pluma. Controle la caída, con tan buena suerte, que en la alfombra verde no había ninguna piedra que pudiera dañar mis tobillos. Goliat, se abalanzo sobre mí, partido de risa, cuando vio que no había pasado nada, y me decía: -Lo ves, ya te lo dije, -SALTA-.
Con una gran rejilona de piernas, nos fuimos a la casa, sin contar ni pío, la regenta de ese castillo, se puso muy contenta cuando nos vio de entrar, había que seguir confeccionando las cortinas de chapas de refresco, así, que piedra contra piedra, alisando una y otra y otra …. (Continuará)

jueves, 8 de mayo de 2008

UN BUEN DIA EN EL CHARCO DE LAS PULGAS

En una de esas reuniones familiares, después de haber comido los exquisitos manjares y bebido unos de los excelentes caldos que mi hermano José Luís y mi cuñada Mari suelen preparar para deleite de los afortunados que podemos sentarnos a su mesa, llegando el final de la velada y para mas fortuna, mi hermanito nos invita al día siguiente a una jornada matutina de pesca en el río Almonte. No dudando ni un momento (con el, la diversión esta garantizada), decidimos que las siete de la mañana, es buena hora para encontrarnos en la casa de Monroy. Estamos a finales de Abril, de un año abundante en aguas y comentan que los barbos están subiendo las corrientes, estos animales, tienen un pronto mas temible que el de un adolescente, por ello, los equipos deben ser potentes, cañas de punta rígida, cargadas con pelos de siete a doce kilos y anzuelos acerados de pala larga, que se vestirán con una rolliza lombriz de tierra, en algunas ocasiones el maestro ha conseguido arrebatar al río peces con ocho kilos, por lo tanto, la ilusión nadie nos la puede quitar. Para poder estar a esa hora en Monroy, mi cuñado Adolfo y yo quedamos a las seis y cuarto y a la cama que mañana tenemos que madrugar. Como un reloj, acudimos al encuentro, sobre la mesa unos cafés y un buen plato de migas, para empezar con buen pie. Un nuevo compañero, el amigo Ramón, se une a la expedición y todos juntos, partimos en dirección a algún lugar en las corrientes del Almonte. Con los trastes cargados, bajamos unos riberos regados por el rocío de la mañana, entre resbalones y algún traspié, vamos recorriendo la distancia entre el coche y el agua (un buen cachito) ya se ve de venir el día, se oye el canto de algún perdigón en celo, el aroma a primavera alegra los sentidos, después de recorrer camino, caminillos, veredas, pizarrales campear en definitiva, llegamos a la orilla. En esta zona se presenta una bonita tabla de agua, cortada con unos riscos que le dan profundidad, preparamos los puestos y empezamos a montar las cañas, mi sorpresa es mayúscula, cuando veo al compañero Ramón atar el mango de la caña con una cuerda, a la otra punta cogida con un nudo a un cancho, alegando en su defensa, -le pongo la maroma, claro, ¿Cuántas veces he visto saltar cañas de la orilla? y no aparecer mas-. Bueno, este hombre consigue ponerme nervioso, aflojo carrete y no me separo de la caña ni un milímetro. La primera hora nos da tres barbetes de un par de kg. Cada uno aproximadamente y alguna picada sin recompensa. Falta una hora para el Ángelus y alguien vocea: -si no pican ellos, picamos nosotros-. Dicho y hecho, una buena hogaza de pan, embutidos del amigo Galea y la bota, ¿Qué mas se puede pedir?, reponemos fuerzas mientras comentamos las pocas ganas que tienen de comer los peces en este tramo, por unanimidad decidimos que debemos trasladar el pesquil al llamado Charco de las Pulgas (río arriba), nos cargamos los bártulos y subimos el ribero, veinticinco minutos, deporte del bueno, ¿Dónde estará el bocadillo?, llegamos sudando al coche, que rápidamente nos traslada al nuevo emplazamiento. Es un bello lugar, tiene un puente con una corriente que reparte una balsa pequeña en la parte baja, en la alta una buena tabla, con dos orillas diferentes, una panda y otra acantilada, pescamos en la primera, cerrando el paso a los peces, un molino muy antiguo que asomándose a sus chorreras, podemos ver algunos exhaustos barbos oxigenándose debajo de la espuma blanca. Montamos de nuevo y en el primer lance, ¡¡zass!!, una carrera vertiginosa hacia la corriente del puente, si hubiera tenido un cubo de agua, habría refrescado el carrete, no salía humo de milagro. Freno poco a poco, y la puntera casi toca el agua, consigo parar a mi adversario, o al menos eso pienso, cuando de repente otro gran tirón casi me arranca la caña de las manos, suelto hilo y vuelve a buscar fondo. Después de un buen rato de forcejeo, consigo ver su lomo, tiene una aleta dorsal como la de un tiburón, no quito la mano del freno, pues en cualquier momento vuelve a probar la resistencia de mi equipo, casi en la orilla, revuelve el agua como un ciclón y vuelta a empezar. Al fin, consigo sacarlo, es un ejemplar de casi cuatro kg., al tiempo que los compañeros tienen sus picadas. El resto de la mañana, la podéis imaginar, de las que hacen historia. No sabría calcular exactamente, pero puedo decir sin dar lugar a mucho error, que la pesquera rondaba los veinte o treinta kg. Entre los tres, peces que fueron devueltos al agua en su inmensa mayoría, ya que alguno acabo en “moje” y otros en “escabeche”, bien regados, por supuesto, con caldos de la tierra. Puedo asegurar, que aquel día, por la noche me dolían los brazos de luchar con tan bravos adversarios. ¿Quién dice, que la pesca no es un deporte?

sábado, 3 de mayo de 2008

FUENTE NUEVA SE ENGALANA

Primer domingo de mayo. Madres de todas partes recuperan el protagonismo merecido y en ocasiones olvidado que demanda su persona. Salen de sus casas, acompañadas o solas, se van reuniendo en las calles para despedir a su Patrona.
Recuerdo de este último, una mañana nublada, el cielo más gris que pueda imaginarse, pero al mismo tiempo templada. Deprimido, por ir solo, ya que dejo a mi hijo ingresado en el hospital en compañía de su madre, recuperando fuerzas después de haber librado una dura batalla. Siempre hemos despedido a nuestra Virgencita en familia, a por mi hija, no me da tiempo de ir (la tiene su abuela, en estos días de desconcierto que propician los hospitales). Con paso rápido me voy acercando al puente de San Francisco y me sorprende que siendo tan temprano, la calle Fuente Nueva e incluso el puente esté tan concurrido. Esto es síntoma de que la Virgen esta al llegar.
No vacilo un momento y tomo posición justo frente a la repinada calle. La cabeza de la procesión ha llegado a mi lado pero en lo alto lo único que puedo ver es el azul cielo de los hermanos de avanzadilla. Los balcones muestran sus vestimentas de gala, en unos banderas en otros mantones, hay incluso telas blancas con adornos florales, muy coloristas, enmarcados con la faja azul de nuestra Señora. En el centro del empedrado, dos mesas, a distinta altura de la calle, refrendan flores y piden parada al paso de la Santísima Virgen de la Montaña. El gentío murmura sobre la llegada, los encuentros se tornan en besos y felicitaciones a las madres, los chiquillos nerviosos por empezar la romería chascan con la vista clavada en lo alto, mientras una pareja, agarrados de la mano, con las mochilas a cuesta son los únicos que se miran a los ojos. Veo a un niño de la edad de mi hijo que juega con sus primos y de repente el pensamiento se bloquea, los ojos se cargan y me hago el fuerte para no llorar, cambio mi mirada hacia el frente y pienso si estoy donde debo estar, ¿Cuál será mi sitio en ese momento? Se que la intervención que le realizaron a mi hijo, hubo algo milagroso, pues las cosas salieron insospechadamente bien, yo desde el primer momento que supe de la gravedad de la operación me encomendé a mi Virgencita de la Montaña, que era lo único que me daba fuerzas para afrontar mi desasosiego, medite y me di cuenta que el egoísmo me invadía irremediablemente, pero me daba igual, porque al mismo tiempo comprendía que la prueba que estaba afrontando era voluntad de Dios. Reconozco que no soy modelo de cristianismo y también que siempre nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, pero ha tenido que ocurrirme esto, para darme cuenta que en décimas de segundo nos convertimos en lo mas pequeñito que existe en el firmamento, igual que se desmoronaba la torre de babel, se desmoronaban mis proyectos, mis ambiciones, mi hasta ahora, perfecta vida y tan dura prueba me pulía y reafirmaba como persona, si, había sido egoísta al encomendarme a la Santísima Virgen, pero cuando tan despreciable defecto, sirve para recapitular y comenzar como otra persona, a partir de ese momento, el pecado se convierte en redención, además, habiendo un hijo por medio ¿se puede tachar de egoísta al padre que pide por el?.- Estoy aquí, este es mi sitio en este momento y no puede haber otro-(me dije). La confianza de estar haciendo lo que debo me cambia el ánimo y de repente, también de forma divina, incluso con luz propia la veo asomar en lo alto de Fuente Nueva. Dios, que grande eres, pienso en ese momento, Tan pequeñita en lo alto y tan grande en mis sentimientos, mírala, que galana, va con su manto rojo-que GUAPA-. El murmullo se acrecienta, por los margénense de la calle bajan los acompañantes, todos quieren estar a su lado pero la anchura no lo permite. Ella con su paso garboso enfila la bajada cual madre en su día, sintiéndose admirada, querida y agasajada, no dejando un movimiento sin que la gente a su paseo, santigüe, admire o sonría, lo pienso y me digo, -¿Qué estarán pensando (pidiendo u ofreciendo) cada uno de ellos?, todos te damos algo, te damos nuestra obligada presencia, ya que a cambio recibimos la serena tranquilidad que invade nuestros corazones al mirar tu preciosa imagen.
Ya oigo los bastonazos que anuncian tus lentos pasos y mientras se aproximan, llueven de los balcones pétalos multicolores que perfuman el aire y la paz me inunda. No lo dudo, que algo me esta ocurriendo, el sentimiento profundo de pena y ansiedad, por momentos se transforma en alegría sincera, tanta que no aguanto mas y una lágrima salta a recorrer mi mejilla, detrás de esa van mas. Suspiro profundamente, limpio mis ojos con disimulo, que tampoco quiero llamar la atención y continuo observando los movimientos acompasados de la Patrona con su pueblo. Fuente Nueva engalanada, por su perspectiva serrana es sin lugar a duda, la única de las calles que parece que la Virgen, (esperando desde el Puente) se dirigiera hacia uno con la intención de decirle algo y es tan precios el cuadro que por su intensidad se hace único. Llega al final de la calle, ¿Qué hace?, cambia la dirección y mirando hacia tras, bailando su deferencia, se oye la voz potente de una de sus hijas cantar un canto precioso, que el silencio total culmina en clamor primoroso, alguien no lo resiste y se escucha entre la gente ¡VIVA LA MADRE DE DIOS! y la multitud responde mas fuerte VIVAAA…, me fijo en mi alrededor y no soy yo solo el blandengue, que no será fragilidad cuando un pueblo entero llora de emoción al despedir a su Patrona. Los músicos tocan de nuevo, el paso comienza a andar y la gente que se retira, no lo hace del todo, unos pasos y se detiene, dan la vuelta y la vuelven a mirar. Desde el puente que tantos años la ha visto bajar Fuente Nueva, justo encima de sus ojos me apoyo en su cantería y veo como se aleja, el cuadro es de antología: Dos cigüeñas sobrevuelan el cortejo, al fondo la piedra antigua y el blanco de las casas de San Ildefonso, Macarena y Mira el Rió. En el cielo, nubarrones que se tornan en distintos grises, hacen su paseo lento, envolviendo un gris a otro gris, desplazando el oscuro al más claro, pareciera que están jugando. Solamente rompe tanto calor borrascoso el recortado perfil de la ciudad y el rojo manto de nuestra Señora, que sigue su camino a la pequeña ermita de la Montaña. Fuente Nueva es testigo que los cacereños sentimos y lo mas grande es saber que siempre estas muy cerca, tan cerca que te llevamos en el corazón. Gracias Madre mía, gracias por transformar mi pena en alegría, gracias por la confianza que me infundiste aquel día y GRACIAS en definitiva por velar por tu pueblo y a los que mas quiero, que ha ellos les haré saber que tu amor es infinito y en momentos de su vida tu luz nos alumbro el camino. No siendo el mas ejemplar de tus hijos, yo te prometo que siempre recorreré el camino y como buen peregrino haga frió o calor subiré la pendiente que media entre tu casa y la mía, sabiendo que me darás la mano y desde ese momento, la cuesta se convertirá en llano, que no se diga de un hijo que no visita a su Madre, porque ya es bien sabido, que no hay un amor mas puro, que el de un hijo y una Madre. No olvidare ese día, ni olvidare la calle, Fuente Nueva fue testigo de la promesa escrita con lágrimas que cambio mi persona y siempre en mi pensamiento, en algún momento del día tendré seguro un ratito para hablar con mi Patrona. HOMENAJE A TODAS LAS MADRES
Cáceres 8 de mayo del 2.000 (la fecha no esta equivocada, realmente estas lineas se escribieron ese mismo día, dedicadas entonces en exclusiva a mi madre (EPD).

ENCONTRAR A UN PEREGRINO

Un domingo cualquiera, me tiro de la cama y decido que tengo que hacer una visita, me pongo ropa cómoda, calzado ligero, un buen lavado de cara y cuando me quiero dar cuenta, estoy en la puerta de la calle. ¿Cómo encontrar a un peregrino?, bueno, creo que hay que buscarlo en uno mismo. Todos nosotros hemos subido muchas veces a la montaña, de diferentes formas, andando, en bicicleta, en moto, en coche, unas veces, por hacer ejercicio (ya que estoy aquí, veré a la Virgen), otras de hecho a ver a la Patrona con los votos que cada cual mantenga en ese momento, pero creo que es interesante encontrarse a uno mismo mientras hacemos el camino. No me gustaría crear un concepto nuevo de peregrinaje, de hecho pienso que lo anteriormente expuesto sigue siendo peregrinar, ya que todo el que busca su encuentro mariano desplazándose a su templo asume el acto de peregrinaje. Resulta de todo esto que es sano curar de vez en cuando nuestra alma y no hay nada mejor, que la meditación, durante el tiempo que transcurre el camino y la visita, tan sencillo como el regocijo de emprender el viaje y la tranquilidad de haberlo recorrido. Son las ocho de la mañana, estoy listo, la familia quedo descansando, en esta ocasión decido emprender la subida en soledad. El día es perfecto, ni una nube, la temperatura fresquita, ya calentara mas avanzada la mañana. La calle sin transito, solo encuentro a los pocos madrugadores que por una y otra razón no quieren cama. Enfilo la calle Alzapiernas, cruzo la plaza mayor y entro por la puerta mas conocida de la muralla de nuestra ciudad monumental (el Arco de la Estrella), en esta zona transmutes foráneos recorren el casco histórico portando cámaras, mochilas y planos. Solo se escucha el castañear de los picos de las cigüeñas en lo alto de la torre y mis propios pasos que recorren el empedrado ligero, que las carnes se quedan frías. No me he dado cuenta y estoy pasando debajo del Arco del Cristo, atrás quedo la Concatedral de Santa Maria, la Preciosa Sangre, la Plaza de San Jorge, Cuesta del Marques y cruzo de dos pasos Caleros para llegar a la falda, justo en Fuente Concejo, Es en este paraje, donde se encuentra la huerta, llamada por nuestra familial la de “El Tío Alonso”, por pertenecer esta durante muchos años al mismo, paraje donde mi madre pasaba buenos ratos en su niñez, preciosa done las haya, esta huerta ofrece un gran palmeral, distintos árboles frutales y una frondosidad digna de contemplación debido a la frescura de su entorno. Comienza la escalada, ante mí, la escalinata que sube directamente a las casas de San Marquino, al principio pequeñas, después espaciosas, siempre toca a una pierna realizar el esfuerzo, llego arriba y me sobra hasta la pellica. Como dirían los de mi pueblo, me arremango la camisa y tomo aliento. Miro hacia atrás y ¿Qué me encuentro?, una preciosa vista de lo que es el valle de Cáceres, con su muralla, con sus casitas, unas de piedra otras blanqueadas, la preciosa huerta y las terrazas de la Calle Calero, eso si, contrastadas con los tejados de mil maneras que dibujan aristas y aguas sobre todas ellas. Voy ya con el paso mas lento, mirando al suelo mientras pienso en multitud de cosas, cosas mías, de la familia, de los amigos, … de lo rápido que pasa la vida, de los avatares que marcan nuestro carácter como personas, son estos, los que realmente tienen importancia, lo insignificantes que somos ante ellos y la necesidad que tenemos los cristianos de hacer ver a los demás, que el mundo puede ser mejor, las banalidades no pueden primar sobre lo esencial, las personas no somos complejas por naturaleza, es la sociedad, la que realmente nos hace ser complicados, no podemos permitir que un niño, deje de ser niño, que un abuelo, tenga que cuidarse solo, que una mujer, deje de ser madre, sin mostrar la mas mínima filantropía, cuando realmente es está su esencia, que una pareja, se separen, por incompatibilidad de caracteres (por no decir claramente, intereses económicos, consumistas, egoístas o simplemente, porque no te aguanto). ¿Qué nos está pasando?, en ese momento levanto la mira y ante mi, aparece a lo lejos La Montaña, con su ermita, su templete y Jesús de Nazaret abriendo los brazos a Cáceres, parece que me dijera, -ven, acércate, vamos a seguir hablando tu y yo. Me vienen a la memoria recuerdos de mi infancia, soy el ultimo de siete hermanos, huérfano de padre desde los siete años, mi madre supo perfectamente suplir las funciones con la ayuda de mis hermanos, especialmente Ricardo, que me inculco los valores precisos para formarme como hombre. Veo a mi madre esforzándose por hacer de mí, una persona de provecho (como entonces, se acostumbraba a decir) y me doy cuenta, que gracias a ella soy lo que soy, pues siempre fue un ejemplo de abnegación, cariño y entrega, con un enorme sacrificio consiguió darme educación y estudios, que ahora reconozco, no aproveche como debía. Estudie en el colegio Diocesano “Virgen de la Montaña y no tenia ni idea de cuanto significaría para mi ese nombre en los años futuros. Con su ayuda hoy camino con paso firme, como hace un peregrino, más o menos cansado, eso da igual, lo importante es caminar con ilusión para poder llegar a nuestro objetivo final. Sigo mi peregrinar y encuentro un falso rellano, a mí derecha “El Amparo”, ermita y casa adosada, la ermita es del siglo XVII, muy pequeña, reformada en varias ocasiones, coqueta esta fachada, siempre blanca con el esfuerzo de sus guardeses, por dentro, unos pocos bancos, un diminuto altar y la imagen del Cristo, que desde hace años sale en procesión dentro de las muchas que forman la Semana Santa Cacereña, bonita y pintoresca por la vistosidad de las antorchas y el silencio que acompaña esta procesión. A mi izquierda, un precioso prado que en estos días colorea en tonos primaverales con multitud de amapolas, un rebaño de vacas pastan sin que nadie las moleste, mas abajo la llanura de la carretera de Trujillo con las aguas del Guadiloba que no se ven con toda su intensidad debido a la media altura que me encuentro. Comienzo de nuevo la pendiente junto al primer deposito regulador del agua que cada vez se hace mas repinada, pero no lo es tanto cuando pienso en la cuestas que tenemos que subir en nuestra vida, cuestas escabrosas, angustiosas, inevitables, interminables, largas…(cada cual que utilice su adjetivo), pero ninguna infranqueable, con la ayuda de nuestra Madre, que intercede por todos nosotros. Cuando se hace la oscuridad, nos alumbra con su presencia. Cuando no podemos subir más, nos allana el camino, para que podamos recuperarnos. Cuando se cierra en selva, siempre aparece un sendero y la perfección de su divinidad nos asegura el continuar caminando para que siempre podamos llegar a nuestro destino. El sudor recorre mi mejilla, siempre que me ocurre esto, no puedo evitar recordar las palabras de Dios a Adán y Eva, - “ te ganaras el pan con el sudor de tu frente…”. Hoy en día tengo una familia y sé perfectamente lo que quieren decir esas palabras, dando gracias que tan dura responsabilidad, tengo la suerte de compartirla con la persona que hace años se cruzo en mi camino. Compañera de ilusiones, amiga cómplice de mil proyectos, confidente, singular mujer que con su sencillez ilumina a los que la rodean, puntal que sujeta mis cimientos, la bondad personificada, en fin, mi gran amor y la madre de mis hijos. Dos cachorros preciosos que son el alboroto y la alegría de mi casa. Entre todos, me hacen sentir que esta vida tiene sentido y doy gracias por ello. He pasado unas cuantas casas, casitas y casonas, también a la derecha la entrada del camino que llaman la trocha, camino que empieza o termina, según se mire, al pie de Fuente Fría, hasta un poco mas abajo del segundo deposito de agua, camino muy pintoresco pero mas incomodo. Justo antes de la primera revuelta que hace el trazado de la carretera, se encuentra una zona de escalinatas y cemento, tomo ese camino y cruzo al final la carretera para adentrarme por medio del follaje que presenta la Montaña en este tramo. No es el más acostumbrado por viandantes y peregrinos, pues desde la epoca de guerra y posguerra, es por el “Caracol”, donde antaño destrozaban sus rodillas hombres y mujeres, penitentes de tiempos duros, que no se ven ya hoy en día. Si, he visto en ocasiones, los pies descalzos de peregrinos, tanto en verano, como invierno, con la cabeza baja y pensativa, cumplidores de promesas. Yo tengo la costumbre de hacerlo por la cara norte, abrupta y empinada, pero es que este rincón tiene además otro aliciente, ya que cuando llegas a lo alto, sopla de repente el viento, pudiendo de esta manera calmar el sofoco y tomar aire. Ahora puedo divisar en toda su extensión el pantano de Guadiloba, los cuatro lugares y la sierra de cañavera recortada en tonos azules nebulosos, terminando con las llanuras, culpables de extremar las inclemencias del tiempo y que en nuestra latitud, solamente rompen los casi quinientos metros de la sierra de la mosca. En la meseta que antecede a la ermita, se puede divisar una panorámica de especial contraste, campo, urbe, agua y sierra. Está cambia según la época del año en que se visite, pues no son las mismas profundidades las que nos deja ver la calima del verano o la neblina del invierno, así, como los contrastes de colores que nos proporciona la primavera y el otoño. Ya en la misma plataforma, en lo mas alto la solemne figura de Jesús con los brazos abiertos y la ermita con construcciones adyacentes que cuando llega el ocaso, se tornan de un color azul celeste, pareciendo desde la ciudad, que se suspende en el espacio. La misa ha terminado, dejo salir a la gente y me siento en un banco, el murmullo se aleja, el silencio envuelve el momento, lo que rezo, hablo, pido u ofrezco, eso, me lo reservo. Tiene un manto azul claro, su pequeña talla, se ve realzada con ese color, la carita del niño Jesús mirando a su madre acerca la ternura al visitante, el retablo con sus angelitos y dorados enmarca tan divina estampa. Es una invitación a la meditación y el recogimiento, el tiempo pasa inexorablemente y debo desandar el camino. No lo dudo, hoy encontré un peregrino, tiempo hacia que no sabia del el, la Virgen de la Montaña me lo puso en mi destino y en tan gozoso encuentro, me prometo, - volveré de nuevo, peregrino, no ha de pasar mucho tiempo en el que recorra otra vez el camino-.

BIENVENIDOS A DEPORTES DE CAMPO

El regreso a nuestros origenes, la pasión por la naturaleza.