jueves, 4 de junio de 2009

Todo miente, menos el viento

Como podéis comprobar, la fotografía de la cabecera ha cambiado. Queda aclarado que representa el fruto del roble, una alegoría a la fortaleza, un gran árbol erguido entre sus compañeros del bosque, difícilmente los agentes de la naturaleza pueden con él, pero como todo ser vivo queda expuesto a multitud de factores que pueden acabar con su existencia, dígase una enfermedad incurable, pero desde su nacimiento hasta su desaparición, este coloso ramificado tiene su historia, una preciosa historia. Nació nuestro pequeño roble en terreno sumamente fértil, no había de faltarle agua, ni abono de todos los animales del bosque, pronto desarrolló unas fuertes ramas y profundas raíces. Con el paso de los años, supo rodearse de otros árboles que balanceaban sus hojas como él, a merced del viento, fue éste, un precioso susurro que le acompañó toda la vida, pocas veces le asustaron los truenos de tormentas cercanas e incluso jamás pensó que nada malo pudiera ocurrirle, pero en el fondo sabía que nadie se queda aquí para siempre, pues años hace, que un ejemplar de olivo amigo suyo, le arrebató la existencia la fuerza de un mal rayo en lo que tarda una ardilla en subir a su copa. Pasaron los años y sus raíces formaron parte de otras que pertenecían a una preciosa y esbelta haya, supieron unir sus troncos tanto, que con el tiempo llegó a ser uno, dos pequeños robles y una tierna haya formaban lo más inmediato de ese sotobosque. Quiso el destino acabar con sus ramas al viento, desapareció el gran roble, retorcida con la forma de su amado quedó la haya y desde entonces todo lo que rodea ese paraje se han convertido en sauces entristecidos que arrastran sus ramas por el suelo, sin ni siquiera intentar hacer otra cosa, más que recordar a su gran amigo el coloso del bosque.

BIENVENIDOS A DEPORTES DE CAMPO

El regreso a nuestros origenes, la pasión por la naturaleza.