lunes, 28 de abril de 2008

CUANDO EL RIO SUENA

Comenté en anteriores escritos, los entretenimientos de la chavalería, que no dejaban de ser verdaderos deportes, deportes que comenzaban en la calle(donde nos pasábamos la mayor parte del día y en verano, incluso de la noche) con juegos que fomentaban la colaboración en equipo, las relaciones interpersonales e incluso el desfogue de lo que vulgarmente se llama mala leche, me explico, casi todos los juegos, era requisito indispensable, hacer “pies” (esos pasitos pequeñitos, que se daban alternativamente hasta que no cabía el pie entero y para demostrarlo se metía en el hueco que quedaba la zapatilla, de lado) con el fin de elegir a los participantes de uno y otro equipo, siendo los capitanes los responsables de según sus criterios elegir a uno u otro, sin enfadarnos o darnos por aludidos al ser los últimos escogidos, ya que lo importante era jugar. Los capitanes solían ser los number one, los mas fuertes, los mas mandones,… en resumen los “mascas”. Los juegos tenían sus temporadas, la billorda, la peona, los bolindres, alza la maya, el rescate, burro media manga y manga entera, la bombilla. Los de mala leche, eran mosca, la correa por detrás y otro que se jugaba con una pelota de esas Gorila (de color verde), que hacia un daño de no te menees, cuando te atizaban con ella. Luego cuando moceábamos, jugábamos a deportes poco varoniles, pero necesarios para estar a la altura, el pañuelo, las prendas, el pilla pilla, el brile… y muchos otros que ahora no alcanzo a recordar de los cuales, el único pretexto para dejar de jugar, era escuchar por las ventanas y balcones de la calle, la sintonía de “El hombre y la tierra”, “Crónicas de un pueblo” o “Verano azul”. Llegado el momento, estos juegos, quedaban para las chiquininos, y cada uno, de los muchachos de la calle, ampliábamos nuestros territorios, bien por necesidad o por simple afición con nuestros padres o mayores, en las salidas campestres. En mi caso, disfrute mis años de adolescente en una casa del rió tajo, que se encontraba en medio de una preciosa dehesa. Pasaba largas temporadas en verano, cuando terminaba las clases y casi todos los fines de semana y fiestas de guardar, emprendíamos camino en un vehiculo llamado cuatro-cuatro, espatarrado con tres adultos, tres niños y el respectivo equipaje. Prácticamente, todo lo que comíamos, lo daba el campo, pero claro, el campo no da nada, si tú no lo buscas. Los peces y anguilas del rió, conejos, liebres, perdices, lagartos, patos, palomas, tórtolas, ranas, culebras, Galápagos…etc. Cada captura de estos platos, el agua para lavar, o llenar la tinaja de agua para beber, necesitaba de dedicación, esfuerzo y en algunos casos astucia, nada se regala en un medio natural, pero de eso ya hablaremos mas adelante. Ahora, lo que nos mueve, es la situación de ese espacio maravilloso, con la ribera (pantano), alcornocales, encinas, olivos y almendros, rodeando la casa. Casa encalada, distribuida en dos naves, la principal compuesta por salón grande con chimenea, donde durante todo el año formaba parte de su mobiliario, una estrebede, para cocinar el puchero, un cantaro de barro donde no faltaba agua caliente y las candelas ipnotizadoras de las raices de olivo y encina que las formaba, separando la estancia, una puerta bajita de gran calado que daba a otra donde se guardaban los aperos de campo y herramientas, era en la primera sobre el rincón donde una escalera de palo facilitaba la entrada al pajar, o acceso a la cubierta de la de los aperos, el pajar zona de descanso repleta de tebeos y comics del capitán trueno y compañía, nidos de pichones y granero. La otra nave adosada a la primera, tenía cuatro habitaciones, destinadas únicamente al descanso nocturno. Con una gran terraza que daba sus vistas al rió y un huerto, que abastecía de hortalizas las necesidades de sus habitantes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

que recuerdos, que juegos tan bonitos y entretenidos, que bien lo pasábamos, que distinto ahora verdad? creo que nos tocó vivir una infancia preciosa en la que nunca nos aburríamos como pasa ahora con nuestros hijos.
En fin recuerdos maravillosos......

Anónimo dijo...

reconocería esa chimenéa en cualquier sitio, por casualidad no será una chimenéa que hay en un pueblo llamado Herrera de Alcantará? jajajajaja

Unknown dijo...

Alma, siempre estoy diciendo lo mismo a mis hijos, pero como ellos no lo han vivido, no pueden entender lo que intento contarles.

En cuanto a ti Mer., tienes muy buen ojo, ese fuego solomente lo tiene la chimenea de Herrera.

BIENVENIDOS A DEPORTES DE CAMPO

El regreso a nuestros origenes, la pasión por la naturaleza.