lunes, 2 de febrero de 2009

De lucios en Sierra Brava

Hace algunos años, que un pequeño grupo de amigos utilizamos el pretexto de la pesca para pasar una jornada juntos, si también es cierto que por las circunstancias, no siempre conseguimos nuestro objetivo, pero las salidas que hemos realizado, puedo asegurar que aun cunado no gozan de cantidad, si lo hacen en calidad, pues hemos tenido vivencias que nunca olvidaremos.
Normalmente comenzamos la jornada a las seis de la mañana, en una hora aproximadamente llegamos a Zorita, un buen desayuno a base de café y porras en la churrería de Toñi, nos reconforta en cuerpo y alma, sacamos los permisos, para después pasar por la panadería donde se cuecen uno de los mejores panes de leña de toda la región, del cual, a media mañana daremos buena cuenta. La última ocasión que nos brindó la visita a este preciosa masa de agua, estuvo repleta de anécdotas desde primera hora de la mañana, ya que en un despiste incomprensible, quizás provocado por la animada conversación de mis compañeros, acabamos en Madrigalejo, teniendo que retroceder por angostas carreteritas entre canales helados (tres grados bajo cero), retrasando inevitablemente nuestra llegada a la presa. No hicimos más que llegar a la orilla, saludamos a unos jóvenes pescadores de la zona que habían llegado antes de la luz del alba, los cuales tenían en su poder envuelto en un jersey un precioso búho real, visiblemente mal herido, con el plumaje mojado, sufría hipotermia y presentaba en uno de sus ojos una mancha blanquecina provocada seguramente por un golpe. Los chavales, enseguida nos contaron que el pobre animal había chocado contra el muro de la presa en la oscuridad de la noche, el enorme chapoteo que provocó en su caída, alarmó a estos noveles pescadores, que no dudaron en preparar unos arreos en una de sus cañas para proceder a su rescate. Todavía eufóricos por el rescate, nos decían que no daban crédito a sus ojos al ver ya en la orilla tan imponente rapaz. Sin plantearnos montar nuestros equipos, aun cuando, estábamos ansiosos por ello, decidimos que algo había que hacer para intentar salvar la vida de ese precioso ejemplar, mientras unos preparábamos una hoguera que pudiera secar y dar calor a ese gran pájaro, otro llamaba al centro de recuperación de aves de Sierra de Fuentes, que inmediatamente después de hacer unas preguntas, nos aconsejaron un protocolo a seguir mientras esperábamos su llegada. En esto que vemos aparecer a la benemérita en lo alto del muro, no sé si aquellos agentes no habían desayunado aquella mañana o cualquier tipo de presión les obligaba a actuar con malas pulgas, pero lo cierto es que sin dar ni los buenos días, nos espetaron que no podíamos hacer fuego y por lo tanto, debíamos apagarlo de ipso facto. Bien sabe Dios, cuanto nos costó acarrear aquellos cuatro palos, pues nuestra ubicación era en un pedregal, sito justo al final de dicha presa, donde en el mes de enero lo único que podía arder alrededor nuestro, a menos tres grados, eran las suelas de nuestras botas en un intento de calentar nuestros fríos pies. En la obligación de velar por la vida de nuestro amigo emplumado, nos dirigimos a los civiles, ofreciendo un ultimátum. –Si muere este búho real, por falta de calor, serán Vds. los responsables-. Nos fusilaron con sus miradas, pues no era de recibo que nosotros unos pobres pescadores, de un momento a otro nos convirtiéramos en cazadores furtivos. Por lo que tuvimos que dar detallada y rápida información de lo ocurrido, para que desde ese momento quedáramos absueltos del pecado de hacer fuego, animándonos incluso a cebar aun más las llamas.
Con todos los deberes hechos, conseguimos lanzar las cañas, cebadas con pequeñas tencas, que de vez en cuando tintineaban la gran bolla que las sujetaba, sin recibir el mínimo rastro de ataque del esociforme, pendiente de nuestro amigo y sin la presencia de los civiles, decidimos asar un poco de pectorejo (careta de cerdo) y unos choricillos, acompañados por el riquísimo pan y regado con un buen vino en su justa medida. No habíamos terminado el ultimo bocado, cuando se presentó el Sr. que tendría que recoger a la accidentada rapaz, pero en ese momento, también se corrió una de las bollas en frenética escapada hacia el horizonte, para terminar en una enorme zambullida, que delataba la mordida del depredador. Con el bocadillo en la boca, corrió mi compañero hacia la caña, propinándole un certero cache, la punta delataba un buen ejemplar, mientras el resto entregábamos a su cuidador el manso animal dentro de una caja.
Destripamos aquel día de pesca cerca de las cinco de la tarde, con la satisfacción de haber ayudado a dos seres vivos, pues con el tiempo pudimos saber que nuestro amigo el búho, ya no podría ver más, con lo cual fue automáticamente adoptado en el centro y repleto de atenciones, para poder sobrevivir, mientras que el precioso lucio, una vez desenganchado, fue devuelto a las aguas en un acto de sincero agradecimiento por la lucha que ofreció a mi querido amigo, alejándose entre las rocas y retamas sumergidas con gran calma, acompasado de un movimiento ondulante y altanero, difuminando su espléndida figura hasta desaparecer por completo en el oscuro y profundo calado del pantano.

BIENVENIDOS A DEPORTES DE CAMPO

El regreso a nuestros origenes, la pasión por la naturaleza.