miércoles, 16 de abril de 2008

UNA NOCHE SIN LUNA

Siguiendo la línea que nos hemos marcado en este blog, me encantaría contaros uno de los DEPORTES DE CAMPO que a mi, personalmente siempre me ha encantado. Se trata de la recolección de Perezi, o lo que es lo mismo, coger ranas. Para entrar un poco en situación, quiero contaros que la rana perezi (a partir de ahora RANA COMÚN), en la opinión de un tal Sr. Schnneider, por el hecho de ser animales anfibios- son un símbolo de la tierra fecundada por el agua. En la simbología Cristiana, se le otorga a la rana (por su continuo croar) una significación diabólica, comparada con herejes, pecadores y en general símbolo de mundanales y fugitivos placeres. En la teoría psicoanalítica, ranas y sapos, -pese a la repugnancia que despiertan- tienen como seres orínicos una significación positiva. Mi familia y yo solamente nos las comíamos. Dicho así, puede parecer duro, pero es la realidad, bueno, tal es la rotundidad de este asunto, que me atrevo a decir que en los fogones extremeños se identifican tres platos autóctonos que hacen la delicia de los mejores groumets, - el lagarto, la tenca y la rana-, por lo tanto, a cualquier foráneo que pueda leer estas líneas y quiera dejar de hacerlo, entre otras cosas porque sea del sur de la península (por ejemplo), decirles que continúen leyendo, mas adelante tendrán tiempo de dejarlo. Centrándonos en la Perezi, decir que hoy en día queda totalmente prohibida su captura en Extremadura, entre otras cosas, porque forma parte de la dieta de las cigüeñas, que si el lector me permite un comentario: -de seguir así, dentro de unos años serán intocables, igual que las vacas en la India. Me encantan las cigüeñas e incluso forman parte de nuestra cultura desde años, pero desde hace tiempo, se han multiplicado, diezmando la población de estos anfibios, están durante todo el año con nosotros comiéndose las ranas que por otro lado podíamos compartir (una para ti, otra para mi), pero no, son todas para ellas, pues bien, nos conformaremos con recordar cuando practicábamos su captura con el beneplácito de la benemérita que muchas noches oscuras, daban compañía en las charcas y regatos de nuestra comunidad con el único interés de echar un chascarrillo (hablar un poco, fumándose un pitillo a la vez) con quien se cruzara en su camino, eso si, comprobando que el útil de alumbrar fuese linterna, pues estaba prohibido en los meses de julio, agosto y septiembre la Luz de Llama. Es necesario para la ejecución de tan mundano deporte unas cuantas herramientas y requisitos fundamentales: 1. Una linterna o Carburo (mucho mejor este ultimo) 2. Un buen saco (cuidando que no esté roto ni ajado en el fondo) 3. Un par de alpargatas (que se quiten rápido, para cuando pican los alacranes de río) 4. Un bañador y una camiseta (de los mas viejitos de andar por casa) 5. Lo mas importante, que no haya luna ( es muy, pero que muy importante) Estando en el corte, comenzamos situándonos en un precioso regato de aguas claras, llenamos de agua el carburo y le introducimos algunas piedras del mismo nombre, nos encontramos con pozas que no nos cubre mas de las rodillas ni menos de los tobillos, sintiendo en algunos casos el frescor de la emanación de sus manantiales y en otros el calor de las mas reposadas. En la noche se respira esa tibia calidez que deja un día de verano, un manto de estrellas brillan en la oscuridad mas absoluta, los efluvios de poleos, hierbabuena y pasto nos embriaga el olfato, el oído, se deleita con canto de grillos y el croar de mil ranas, el tacto…, el tacto comenzara con algo húmedo, resbaladizo, ponzoñoso que se sale de las manos. –Mal empezamos, compañero, he cogido un sapo-. –No te preocupes-, le contesto, -los gitanos, no quieren a sus hijos con buenos principios-, y continuamos el jornal. Se basa la técnica de este lance, en dos compañeros acompasados, que uno va delante (con la luz) y otro va detrás (con el saco). El primero goza del privilegio de ir viendo sin nada que le impida a su frente todo el panorama, es como el que va en moto, el paquete solo va, de eso, de paquete. El segundo, sin ser el protagonista cazador, es sin embargo el que carga con el saco, teniendo la gran responsabilidad de abrir el saco cuando la mano del primero cargada con la caza, suelta el trofeo en su interior, bueno, si el segundo abre bien el saco, pues alguna vez, este siente como le cae en los pies una de esas de ocho centímetros de culo a boca, o sea, las denominadas de “rebozar”, no dice nada, para que el Jefe no se mosquee y aguanta los kilómetros que le caigan cada vez con mas peso. El jefe, curtido en mil batallas, suele ser un elemento de cuidado. Tiene la agilidad de un lince, la rapidez de una cobra y la mala leche de un toro picado. Sus movimientos son lentos, procura, una vez que ve la presa, dar los menos pasos posibles, algunas veces las posturas que pone con las piernas flexionadas y el tronco desplazado con el brazo del carburo haciendo arco para deslumbrar al animalito, desafían todas las reglas de la gravedad, pero con un movimiento rápido como un rayo, preciso como un reloj suizo y enérgico como un capitán de la legión, atrapa a la rolliza Perezi (Rana común) la cual espatarra sus ancas entre los dedos porrones de su captor, este, se incorpora tienta el saco y a otra cosa mariposa. Después de varias horas ejercitándonos en tan noctámbulo deporte, nos hemos encontrado en las orillas arenosas del regato, todo tipo de animalitos, culebras, galápagos, enjambres de mosquitos y sobre todo, ranas, de hecho, un buen ejemplar, quizás el mas grande, se lo hemos robado a una culebra de casi un metro que estaba intentando engullirla (solo tenia dentro de la boca la cabeza), sabemos que la culebra no tardaría en buscar otra, es como el que practica la cetrería con un halcón, nosotros también nos servimos de otros animales cuando la ocasión lo merece. En el paso de uno de los humedales de esos que se calientan los pies, un bichito que nunca lo ves, pero sabes que existe (nosotros lo llamamos alacrán de río), me da un picotazo que casi suelto el saco, pude sujetarlo con una mano y con la otra me quito la zapatilla y le digo al del carburo que me alumbre, no hay resto del insecto, solamente un rosetón rojizo en la planta del pie, y una carcajada del Jefe, que me dice,-busca, busca… haber si lo encuentras-, ya sabia el que cuando te hace efecto el picotazo, el traidor ya se ha esfumado. Nudo al saco y a descansar, no alcanzo a saber cuantas docenas habrá dentro, pero calculo su peso cerca de los cinco kilos. El jefe, dice que no hay muchas de rebozar, la mayoría son tomateras (de tamaño medio, que normalmente se cocinan con tomatá), son las tres y media de la madrugada, cuando lleguemos a casa serán cerca de la cuatro o más. Me quedo frito en el coche y una voz de ultratumba me despierta cuando llegamos a casa, estaba en otra dimensión, doy unos pasos como un robot y llego a la cama, el compañero saca el saco al patio y se va a acostar, mañana nos espera un día duro.
A la mañana siguiente, tempranito, que después el sol aprieta, preparamos los trastos de matar en las pilas del patio. Un cuchillo bien afilado en la canteria, una tabla, una cacerola con agua y la bolsa de basura. Cuatro manos empiezan la labor, en primer lugar y casi siempre el Jefe, va cortando las cabezas de un tajo preciso y rápido, mientras el de el saco, le quita el pijama, las tripas, corta las pezuñas y las enjuaga para depositarla en la cacerola con agua (se nota que la antigüedad es un grado), a lo tonto, a lo tonto, dos horas de trabajo, el recuento veintidós docenas, sin contar las liberadas. No es nada raro, que algunos ejemplares busquen el indulto saltando rápidamente cuando se mete la mano en el saco para ir atrapando una a una, por la noche, también las mas sabias, buscaron entre la rafia del saco una maya floja, que a base de tesón, consiguen zafar se del filo del cuchillo del Jefe, recuerdo una ocasión que el saco parecía roído, el patio amaneció igual que las siete plagas, repleto de ranas, no quiero ni pensarlo. Las noches siguientes al festín familiar, todas las fugitivas camufladas en los arreates, nos martirizan hora tras hora, consiguiendo de esta manera homenajear a las caídas en combate, quizás por eso su nombre científico es rana perezi, por la pereza que da, levantarse de la cama para ver donde se esconde la tuna.

4 comentarios:

taburete dijo...

Me gustan mucho tus comentarios, se nota que eres una persona que te gusta mucho la naturaleza.
En cuanto a las cigüeñas, creo que se están pasando un poco los ecologistas con tanta protección, pues nos están inundando los campos con sus nidos y en algunas ocasiones con perjuicio para muchas personas.

Anónimo dijo...

yo he ido a por ranas, me he identificado con todo lo que cuentas, que pena que se pierdan tradiciones tan nuestras.

Anónimo dijo...

Hace tiempo que esta costando incluso ver esas ranas de las que hablas. Convendría que hicieramos un poco de examen de conciencia para darnos cuenta que es lo que estamos haciendo con la unica herencia idonea que le vamos a dejar a nuestros hijos. La Tierra.

El Bola.

Anónimo dijo...

pobre ranitas.

BIENVENIDOS A DEPORTES DE CAMPO

El regreso a nuestros origenes, la pasión por la naturaleza.