sábado, 1 de noviembre de 2008

EL DIA DE LAS CASTAÑAS

Son casi infinitas, las sensaciones que experimentamos cuando realizamos nuestras salidas campestres, emociones cargadas de recuerdos, por las distintas situaciones vividas, la algarabía y el jolgorio de las salidas en grupo, el reencuentro con uno mismo, en las que hacemos en soledad, la complicidad, cuando es en pareja, en fin, mil formas de vivir el disfrute del campo. En el caso de tener que añadir al calendario “el día del campo”, este, seria por antonomasia el uno de noviembre, llamado en toda nuestra región, “el día de las castañas”. Realmente es esta, una tradición que no se de cuando data, pero que yo he practicado desde que me conozco. Es costumbre, salir de campo aprovechando los primeros rebrotes de hierba fresca, marcando sus primeras pinceladas de color verde, para de este modo hacer de la naturaleza, una alegoría a nuestra necesidad de fraternizar eternamente con ella, si bien, es cierto, que no todos cumplen los preceptos de comportamiento respetuoso en el maridaje del medio ambiente. Zonas frecuentadas por familias, grupos de amigos, etc., ofrecen al día siguiente un espectáculo dantesco, repletas de suciedad, basura abandonada en un atentado contra el ecosistema natural y una falta de civismo para el resto de sus congéneres, sufridores ineluctables de los comportamientos insolidarios de estos individuos. Pero gracias a Dios, no todo el mundo se comporta de igual manera, quiero pensar que una inmensa mayoría, disfruta de una forma sana del entorno que nos rodea. Recuerdo mi infancia, con pandillas de chavales reunidos en la Montaña o la Sierrilla, cumpliendo con el ritual del carbote (lata perforada con asa de alambre, donde se depositaban las brasas para asar las castañas), haciendo girar frenéticamente en un mismo sentido, igual que una hélice, para acelerar el proceso de calor. Mochilas al hombro, con nuestros bocadillos y un par de latas de refresco, exactamente igual que hacen hoy mis hijos. En la juventud, ya cambiamos los bocatas por asados en la lumbre, pancetita, choricitos y alguna cervecilla. Cuando tienes los niños pequeños, es inevitable la reunión familiar, donde aprovechar un día de campo y fraternidad al mismo tiempo, soportando el tempranero al perezoso que llega justo a la hora de comer, cada cual lleva lo que le parece, abundantes tortillas, deliciosos empanados, buenísimas ensaladillas… y así podría continuar hasta la saciedad, la mesa se convierte en un banquete, demostración que la experiencia es un grado. Cuando vamos siendo mayores, es inevitable buscar la comodidad de un techo, de alguna casita de campo de amigos o familiares, sin mirar el infortunio de la climatología. Pero lo que si está claro, es que la omnipresente castaña, será la reina de esta época, donde cada cual, se lo monta como puede.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

He visto la fotografía tan bonita que has colocado al principio de la entrada de el día de las castañas, y he de decirte que no se corresponde con las castañas normales que se comen en estos días.
Por lo de más todo bien, aunque un poco escueto.

Anónimo dijo...

Pues a mi me ha parecido perfecto, he recordado a mi padre cuando me hacía la latita con los agujeros y me ponía un asa de alambre, ¡¡¡que tiempos aquellos!!!, muchas veces haces aflorar en mis ojos lagrimas de alegría y a la vez de tristeza al recordar cosas que nunca volverán. Eran otros tiempos.

Anónimo dijo...

El día de las castañas es para Vd. como para tantos otros un día como escusa para reunirse ineludiblemente ante una lumbre y buenas amistades. Si no la celebración del día no es tal. Seguire leyendote. Un saludo.

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El regreso a nuestros origenes, la pasión por la naturaleza.